Tanto Estados Unidos como los talibanes comparten una amenaza común representada en el Estado Islámico, o EI-J, que fue responsable de un ataque fuera del aeropuerto de Kabul hace una semana, que mató a 13 militares estadounidense y a más de 170 civiles afganos.

Por otra parte, el movimiento islamista talibán se anotó dos importantes victorias en medio del creciente temor a una crisis humanitaria en el país: anunció que China mantendrá la embajada y aumentará su ayuda, mientras Western Union aseguró que reanudará el envío de remesas desde el extranjero, un ingreso vital para la débil economía nacional.

En paralelo, en el contexto de incertidumbre política, una escena poco usual irrumpió en Herat, la capital cosmopolita del oeste de Afganistán, donde decenas de mujeres protestaron para reclamar por su derecho a trabajar bajo el nuevo régimen.