
Sin embargo, el sol brilló radiante hasta esta llovizna pertinaz. ¿Comenzó la tormenta que vaticinan los Morgan Stanley, Goldman Sachs, Citigroup, Deutsche Bank, Bank of America o Credit Suisse? ¿Es el umbral de una contracción de 10%/20%? El S&P trepó 18,7% en el año, y el peor resbalón fue de apenas 4%. No hubo sell in May para las acciones (sí para las criptomonedas) sino una función alcista en continuado. Pero, los árboles no crecen hasta el cielo. Las Bolsas, tampoco. Pari passu, los problemas y las dudas se apilan como torres gemelas. ¿Es hora de cancelar el rally, y corregir? Los inversores quieren saber para no comprar ahora sino después.
¿Qué provocará la corrección? Motivos sobran comenzando por la exuberancia de la valuación. La Bolsa luce cara no importa qué métrica se escoja salvo que se usen las bajísimas tasas de interés actuales. Pero así se soslaya que los bonos están más onerosos todavía. Es más, la secretaria Janet Yellen le avisó por escrito al Congreso que el Tesoro se quedaría sin recursos en octubre a menos que los legisladores renegocien el techo de la deuda pública. ¿Alguien acusó recibo? Tres subastas de bonos flamantes a tres, diez y treinta años se absorbieron sin pestañear. ¿Será la inflación la que sacuda el bote?
Sube, pero no conmueve a las tasas de interés. Y no sólo el Tesoro, también las corporaciones están colocando montañas de obligaciones con rindes muy por debajo. ¿Y la meneada amenaza de estanflación? La economía se enfrió, la variante delta suma una doble contrariedad, es freno a la actividad y más presión inflacionaria. Pero nadie se asusta. La Fed vendió bien su libreto. Los males son transitorios, el horizonte está despejado. Es difícil comprar estanflación cuando la economía se recuperó como un rayo y ya cruzó la cima previa a la pandemia, cuando las vacunas funcionan y el número de nuevos contagios comenzó a declinar (en EE.UU. y en el mundo), y cuando los precios se disparan pero la canasta de consumo que monitorea la Fed registraba una inflación mediana de 0,3% en febrero (antes de que se aprobara el mega paquete fiscal de Biden) y, cinco meses después, marca también 0,3% en julio.
El ascenso interanual entre ambas fechas fue de 2% a 2,2%. ¿Quizás pueda la Fed dar un paso en falso? Sí, pero Powell no corre riesgos. Cuando la mesa estaba lista para el tapering no pisó el palito en Jackson Hole. Con todo, una corrección en la Bolsa es inexorable. Eso no está en discusión. Los pronósticos en boga rastrean vulnerabilidades ciertas, postulan listas de eventos con calado suficiente para causar revuelo, y siempre existe la posibilidad de un cisne negro. Pero dar con el timing preciso es misión imposible.
Los shocks negativos ocurren, comenzando por la pandemia, pero la Bolsa los absorbe con inusual templanza. La incertidumbre es enorme, la confianza que exhibe calza un talle más grande. Tendrá que astillarse su fe para recular. Caso contrario, como toda caída es oportunidad de compra, la herida cierra antes de que se profundice. Y en ese sentido el momento de la corrección es ahora, o quedará para 2022. Hoy que la economía está en un bache, delta se propaga, la inflación bulle y la estacionalidad propicia de noviembre (en adelante) está lejos para aferrarse. Entiéndase, tropezón no es caída. Los que dicen corrección no profetizan el fin del mercado bull. Quizás si empezaran por ahí, tendrían más chances de precipitar esa bendita corrección.