El tapering en modo de espera, al igual que los osos de ocasión

La ola de covid en curso, dominada por delta, comenzó en junio, pero recién el mes pasado hizo chirriar la marcha de la economía. La confianza del consumidor se hundió en la primera quincena de agosto, según reveló la Universidad de Michigan, aunque las ventas minoristas ya se retrajeron 1,1% en julio. La desaceleración de la actividad -que se expandía al 14% a fines de abril y cerró el segundo trimestre al 6,5%- no tocó piso todavía. El pronóstico en tiempo real de la Fed de Atlanta -más volátil aun que las estimaciones de empleo- anticipa ahora un crecimiento del 3,7% (y bajando).

La Fed de Nueva York, por su parte, decidió suspender sus predicciones. “La incertidumbre alrededor de la pandemia y la consecuente volatilidad de los datos presentan desafíos al modelo de pronósticos en tiempo real”, alegó. Volverá al ruedo cuando se logren “mejoras metodológicas”. ¿Se entiende el reto? La visibilidad es baja, las condiciones de operación se deterioran fuera de toda duda, y Powell, que lo vio venir, optó por lo sano en Jackson Hole. Abortó el despegue del tapering. No es descabellado, data en mano, pensar que las ventas finales (reales) se hayan estancado en EE.UU. Lo mejor es cerciorarse antes de mover las piezas del tablero. El informe de empleo de agosto no es tan malo como parece. Y si el frenazo brusco fuera enteramente a causa de delta (lo es en gran medida) hasta sería alentador. La tasa de desempleo se redujo en dos décimas a un mínimo en pandemia de 5,2% (la encuesta de hogares, a diferencia de la que se hace a nivel de firmas, detectó un aumento de 509 mil puestos de trabajo, amén de una merma de 318 mil desocupados). Se corroboran varios ingredientes positivos: la alta intensidad de uso de la mano de obra contratada y la merma del número de desempleados de larga duración (más de 27 semanas) y permanentes. Ocio y entretenimiento, el sector que más motorizó la pujanza reciente, es el más expuesto también al efecto covid, sumó más de 400 mil empleos mensuales en junio y julio, y ahora se detuvo en seco. Pero no destruyó ni un solo conchabo.

¿Qué pasará con el taper? Powell quería iniciarlo antes de 2022. ¿Podrá? Delta hoy es un alud de contagios (164 mil promedio por día en la última semana), internaciones (97 mil por día) y fallecimientos (1154 por día). Y la confianza en el poder de la vacunación acusó recibo: según Gallup, 68% de la población dice que la situación sanitaria empeoró (en junio, sólo 3%). Sin embargo, lo que interesa es ubicar la cresta de la ola, y la segunda derivada de los contagios y hospitalizaciones declina con fuerza y se acerca a cero.

En el margen, la movilidad en el transporte público repuntó. La idea favorita de Powell, arrancar el tapering en noviembre o diciembre, es perfectamente factible. Y los mercados sintonizan ese dial. Los bonos vieron el enfriamiento de la actividad antes que nadie. Pero, después del informe laboral, las tasas largas subieron en vez de bajar (y la curva se empinó). A diez años cotizan 20 puntos base sobre su mínimo de agosto. La Bolsa tampoco se hizo drama: el Nasdaq, el índice con mejor respuesta antivirus, cerró en récord. Y el S&P 500, que clavó máximos miércoles y jueves apenas reculó 0,03% el viernes. Ninguna inquietud. El tapering queda en modo de espera, pero no está solo. La legión que aguarda una bendita corrección de 10% -septiembre y octubre tienen suficientes antecedentes de patines histórico- también está a la espera para poder comprar.

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