Todo comenzó hace dos años mientras las economías centrales sostenían tasas cercanas a cero para impulsar a las economías tras el golpe que supuso la crisis causada por la pandemia de coronavirus. Los bancos, por su parte, como el estadounidense SVB, invirtieron los depósitos de sus clientes en bonos a largo plazo del Tesoro en la búsqueda de obtener rendimiento.

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Tanto SVB -el decimosexto banco más grande de EEUU– como Signature se especializaban en una cartera definida de clientes: las firmas tecnológicas, sector que tuvo un verdadero «boom» durante la pandemia, lo cual se tradujo que los depósitos en el SVB crecieran de u$s61.000 millones a fines de 2019 a u$s189.000 millones en fines de 2021.

Pero con una inflación que alcanzó récords inéditos en 40 años, los principales bancos centrales del mundo, como la Reserva Federal (Fed), iniciaron un fuerte ajuste monetario, de los más veloces en la historia, llevando la tasa de interés, en el caso de la FED, a un rango de entre 4,75% y 5% en un año.

Esto fue un golpe para los bancos como SVB: sus clientes, que dependen del financiamiento, al no tener rentabilidad en las primeras etapas de su actividad, tuvieron que recurrir a sus depósitos, y el banco, para poder respaldar esa hemorragia, se vio obligado a vender los bonos haciéndolo a a pérdida, pues habían perdido gran parte de su valor tras la suba de tasas.

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Se cree que los bancos estadounidenses poseen casi u$s620.000 millones en pérdidas potenciales por haber invertido en estos tipos de papeles, si tuvieron que vender, según la agencia de noticias Bloomberg.

Tras anunciar una pérdida de u$s1.800 millones en el último trimestre, SVB comenzó a sufrir una fuerte corrida que vació un cuarto de sus arcas en 48 horas, lo cual termino derivando el pasado viernes 10 en la intervención bajo control federal del banco en lo que fue la mayor caída desde la de Lehman Brothers en 2008.

Una corrida similar impactó posteriormente a los depósitos de Signature, el cual también terminó siendo intervenido.

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Imagen de Gerd Altmann en Pixabay

Frente al temor de un corralito y la posibilidad de cortarse la cadenas de pago en las empresas, el Gobierno prometió que todos los clientes de los dos bancos iban a poder hacer uso de sus depósitos, incluso los superiores a los u$s250.000, que por ley no están asegurados, algo que -según la secretaría del Tesoro, Janet Yellen– será excepcional.

El propio presidente de los EEUU, Joe Biden, reiteró en diversas oportunidades esta semana que los depósitos estaban a salvo y prometió hacer «todo lo que sea necesario» para augurar al sistema bancario.

Biden pidió además endurecer las penas por negligencia a los banqueros. Los directivos del SVB están siendo investigados, entre otros motivos, por vender u$s3,6 millones en acciones antes de su colapso, mientras que la FED relevará si hubo fallos en la supervisión del banco.

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The Objective

Por otro lado, la FED puso a deposición fondos adicionales y facilitó los prestamos a los bancos para garantizar la liquidez de sus clientes

Otro efecto del temblor financiero fue una forma de llamado de alerta a las autoridades, que deliberan entre darle un alivio al sector o continuar con su batalla contra la inflación. Los próximos 21 y 22 de marzo se realizará la reunión de política monetaria de la Fed para decidir si se aplicarán nuevas subas de tasas y en qué porcentaje.

Las expectativas del mercado se orientan a que la suba sea mucho menor a la realizada en anteriores oportunidades, ya que la crisis que atraviesa su mercado financiero, en parte vinculado al nivel y la velocidad de la suba de tasas, alimenta las expectativas de recesión y enfriamiento de la economía.

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Sin embargo, esta semana se conocieron datos de empleo que respaldaron la recuperación de la actividad económica en Estados Unidos y el fortalecimiento de la creación de puestos de trabajo. En condiciones normales, esto suele representar una señal que alimenta la posibilidad de seguir ajustando las tasas, ya que indica un buen desempeño de la economía.

¿Efecto contagio?

Mientras tanto, en Europa también se sintieron ecos: las acciones del suizo Credit Suisse cayeron esta semana a un mínimo histórico luego de que su principal accionista -el Banco Nacional saudita- rechazara inyectarle más capital.

La entidad suiza, golpeada desde hace años por la corrupción, actividades ilegales de sus clientes y la exposición de sus inversiones a fondos colapsados, reconoció esta semana «debilidades» en sus controles internos y una corrida de más de u$s100.000 millones en los últimos meses.

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Ni dicho rescate ni el del también estadounidense First Republic evitaron otro día de pérdidas el viernes en las bolsas globales. El riesgo sistémico del Credit Suisse -se trata de uno de los 30 bancos sistémicamente relevantes en el mundo, según el Consejo de Estabilidad Financiera internacional, y tiene una hoja de balance que duplica a la que tenia Lehman Brothers cuando cayó- llevó a una inyección de u$s54.000 millones por parte del banco central, mientras se le busca una salida.

Según el diario británico Financial Times, UBS, el principal competidor suizo, está negociando una compra parcial o total.